La tele-medicina se desarrolla en un contexto humano tan complejo y problemático como su contexto técnico. Ello exige cuidar de modo especial las normas comunes sobre confidencialidad y con sentimiento. El paciente debe saber que la información que le concierne puede ser conocida por las personas que colaboran con el médico o que son consultadas por él, y deberá consentir en que así se haga. Debe informarse al paciente que todos (médicos y enfermeras, físicos, ingenieros y técnicos, especialistas en informática, gestores de las redes de telecomunicación) están obligados a guardar el secreto.

Es un deber fuerte establecer los oportunos sistemas de control de acceso a la información almacenada, mediante los santo y señas individuales y secretos que se asignan a cada persona.

Del mismo modo, y en razón del riesgo, inherente a ciertos tipos de tele-transmisión de datos, de que la información sea robada o se filtre a otros destinos, el médico tiene la obligación de proteger, mediante el cifrado u otros procedimientos de seguridad, la confidencialidad de la información que transmite.


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