Idealmente, las técnicas de la tele-medicina han de contribuir a optimar la atención médica a la comunidad general; han de favorecer, no destruir, la relación de plena confianza entre médico y paciente. Han de hacer más presente el sentido de responsabilidad de cada uno e imponer la práctica del respeto por las personas, que da fundamento a la autonomía del paciente y a la independencia del médico.

En la atención tele-médica, paciente y médico son personas, con nombre e identidad: de ahí el requisito imprescindible de identificarse personalmente en cada uno de sus contactos y de solicitar para cada uno de ellos el médico la autorización del paciente. Obviamente, en situaciones de extremada urgencia, algunos de esos requisitos han de sacrificarse para atender al fin prioritario de preservar la vida.


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